Poner los medios adecuados para que los niños puedan crecer alegres y felices desarrollando todas sus capacidades y potencialidades, no solo supone un beneficio para ellos, sino para toda la sociedad porque es la semilla que permitirá su humanización y la salvaguarda de nuestro planeta Gaia.
Era una mañana fría y soleada de 1947. Dos hombres maduros, altos y de complexión fuerte, caminaban por un pequeño sendero del bosque que rodeaba la casa de uno de ellos, el neurosiquiatra de origen austriaco Wilhelm Reich. Su amigo era el famoso pedagogo inglés Alexander Neill, director de la escuela Sumerhill. Por las restricciones de los visados a los europeos, no se veían desde 1939, año en el que Reich tuvo que emigrar a Estados Unidos huyendo de los nazis, si bien sus cartas habían mantenido viva la amistad y el intercambio de ideas, entre las que imperaban las relacionadas con la “autorregulación infantil”.
De hecho, era el tema que estaban abordando apasionadamente. Intentaban concretar las características propias de una posible crianza feliz, y las consecuencias personales, pero también sociales y políticas, del sufrimiento emocional durante la infancia.
De la misma forma que la mayoría de neurosis, depresiones o psicosis eran consecuencia de privaciones afectivas, traumas y actitudes represivas de los adultos sobre los niños, pensaban que eso mismo podía predisponer a la falta de responsabilidad y de compromiso social, el miedo a la libertad, el sadismo encubierto, la búsqueda distorsionada de la felicidad o la incapacidad de amar que observaban en el comportamiento general de las personas; algo que —junto a unas condiciones políticas y económicas específicas— habían llevado a Hitler al poder y a la defenestración de Europa, como ya señalara el propio Reich en su libro Psicología de masas del fascismo.
Esta perspectiva estaba en la base del celo y entrega con las que ambos vivían sus profesiones, coincidiendo cada vez más en la importancia que tenía la investigación que permitiera saber cuáles eran los medios necesarios para el desarrollo del infante humano que, vinculado a su propia naturaleza le permitiera ser persona, poniendo fin a la educación patriarcal basada en la represión, el castigo, el aprendizaje forzado y el miedo; factores que provocan filtros perceptivos, adormecen la conciencia, separan al niño de su núcleo vital y articulan un acorazamiento rígido mental y corporal.
Suponía un gran reto, porque no solo se trataba de prevenir la psicopatología sino de demostrar que lo que se considera como normal o normativo y la idea habitual que se tiene de salud y felicidad, era el reflejo de una convivencia acorazada y limitada, que Reich definió como “neurosis caracterial”.
Neill siguió publicando libros cuya referencia principal fue la experiencia en su escuela; y Reich, con un equipo interdisciplinar de unas cuarenta personas creo el Orgonomic Infant Research Center (Centro de Investigación Orgonómica de la Infancia), que fue pionero de muchas de las actividades que han facilitado el desarrollo de una crianza más libre y feliz, y en las que otros profesionales han ido profundizando. Entre ellas: el acompañamiento emocional durante el embarazo, el nacimiento sin violencia, el establecimiento de una atmósfera vincular primaria, y la aplicación de su experiencia clínica con la vegetoterapia caracteroanalítica para prevenir la coraza rígida y reparar las consecuencias de los traumas infantiles.
UNA INFANCIA SALUDABLE Y FELIZ
Desde hace más de treinta años, nuestro colectivo, desde el área de prevención y la escuela infantil de Valencia Els Doñets (Los Duendes), ha continuando esa línea de investigación e intervención, desde la vida intrauterina hasta el final de la adolescencia, praxis que actualmente denominamos Ecología de sistemas humanos. Entre otras cosas hemos podido ratificar que los niños, como mamíferos, necesitan espacios familiares y sociales, amorosos y respetuosos con su ritmo interno, para regular sus constantes vitales, madurar, y adquirir la identidad humana. Tarea compleja, que cuando se lleva adelante, nos permite observar las características propias que conllevan los procesos madurativos en crianzas con un alto nivel de satisfacción, alegría y salud.
Los bebés son activos. Sonríen la mayor parte del tiempo, duermen menos de lo habitual, y muestran sus necesidades vitales: afecto, contacto epidérmico, mimo, movimiento, exploración, lactar, sueño, frío, calor… a través del llanto.
Tienen la mirada viva, no hay tensiones en los músculos de la frente, la mandíbula, el cuello o el diafragma y no reaccionan con angustia cuando se les empuja hacia arriba dejándolo caer hasta volverlo a recoger en brazos, es decir, no manifiestan “angustia a la caída”.
Succionan con fuerza y solo muerden el pecho cuando la madre está distraída o ansiosa. Puede haber momentos de extrema empatía en el tetar que les ocasiona espasmos musculares placenteros por todo el cuerpo, que Reich describió como “orgasmo oral”.
Conforme van creciendo, mantienen esa tendencia a la expansión y la alegría. Canalizan su creatividad y vitalidad a través del juego espontáneo, medio que le ayuda a desarrollar un tono muscular y a madurar todos sus sistemas vitales, incluido el sensoriomotriz y el cognitivo, aprendiendo desde la curiosidad funcional y el corazón.
Asimismo con formas lúdicas y un ritmo propio, establecen patrones sociales flexibles y abiertos, rechazando la compulsividad y la rigidez. Son solidarios, les resulta fácil cooperar y no manifiestan actitudes sádicas, competitivas o vejatorias hacia el resto de iguales.
Muestran su sexualidad inicialmente de forma abierta y espontánea, y con el tiempo la vivirán en su intimidad.
Se sorprenden y sufren ante las exigencias escolares, las actitudes sádicas y el rechazo sexual, pero saben sobreponerse a estas situaciones sin influir en sus formas de actuar habituales.
Ese estado de alegría se refleja en que se excitan y vibran con todo lo que les interesa.
Y sienten y expresan, no solo los estados de felicidad, sino también dolor, rabia, tristeza, nostalgia, y de una forma asertiva y contundente, lo que desean y lo que piensan.
Actualmente son muchos los pensadores de vanguardia —como el filósofo francés Edgar Morin, el biólogo chileno Humberto Maturana o el psiquiatra chileno Claudio Naranjo— que contemplan la educación como algo vital y proponen cambios radicales para hacerla más eficaz y humana. Pero es importante contemplar el hecho de que donde se generan sus pilares fundamentales, como son la introyección de los valores esenciales, la adquisición de un ritmo funcional y de la identidad humana, es en el sistema familiar, que está presente desde el principio de la vida.
Por ello, es tarea de todos, establecer formas de relacionarnos humanizadas, no solo con los niños, sino también entre los adultos, que nos ayuden a recuperar la alegría de vivir, y la consciencia ecológica. Participando así en el cambio global planetario.
La correspondencia completa entre Wilhelm Reich y Alexander Neill se publicó en 1981 en la editorial Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, con el título Record of a Friendship.